Samantha Leyva ¿le suena ese
nombre? Si aún no le suena, tome nota, porque seguro le va a sonar en algunos
años o meses.
Y no es que yo adivine el futuro,
es que con el tiempo uno identifica dónde y cómo se construye un futuro. Ese es
el caso de Samantha, reina de belleza, reina de las redes sociales en las
últimas dos semanas y reina de la simpatía de miles de acapulqueños que han
visto en ella una posibilidad, una luz, un deseo y una representación digna en
un certamen que, quizá los más rimbombantes intelectuales de este rancho
tropical, llamarán frívolo o comercial. Y sí, en un sentido es frívolo y
comercial pero ¿qué no lo es en el
sistema capitalista? ¿qué no lo es con la globalización? ¿qué no lo es en la
era digital? Pero no escribo para hacer defensa de los certámenes de
belleza que desde niño aprendí a ver en
un televisor blanco y negro, sin control remoto y señal intermitente, acostado
en la sala de mi casa en un sillón tapizado con imitación de terciopelo fino.
A lo que voy es a la
participación destacadísima de una acapulqueña que conocí como público en
eventos culturales del puerto y luego como edecán y como modelo de body paint.
Ella, Samantha Leyva, obtuvo un tercer lugar en el certamen Miss México, cuya
final se transmitió en vivo por redes sociales y alcanzó una audiencia de veinte mil
espectadores (me atrevo a decir que diez mil de esos, éramos acapulqueños).
Obtuvo un tercer lugar que nos sabe a primero, a coronación otorgada en el
reconocimiento popular, a triunfo colectivo. Nos sabe así, porque miles
seguimos y apoyamos a Samantha desde días previos a su concentración en Morelia
y, luego, en cada etapa de su concurso. Destacó en todas las pruebas, siempre
entre las diez mejores. Su más noble participación, la tuvo al presentar el
proyecto con bienestar social a favor de la salud de los pueblos afromestizos
y cuyo video fue grabado en Cuajinicuilapa, Guerrero. Allá fue Samantha, al
encuentro con la comunidad afrodescendiente, su comunidad (nuestra comunidad)
tan olvidada por las autoridades y tan golpeada por problemas de educación,
salud y seguridad; ejerciendo su vocación de enfermera.
¿Por qué atrajo tantas miradas?
¿por qué fue tema viral? ¿por qué se escribe sobre ella cuando ha habido tantas
reinas de belleza en este estado? Por su belleza, sí, es una mujer morena de 1.81 de estatura,
cabello chino y sonrisa iluminada. Pero también, llamó la atención por su
preparación, es recién egresada de la licenciatura en enfermería, técnico en
danza folclórica mexicana y atleta de alto rendimiento. También porque salió de
entre nosotros, la vimos (porque es muy difícil estar cerca de ella y no verla)
en algún centro cultural, en un centro deportivo, en una plaza, en el cine, en
el centro de la ciudad comprando accesorios para el celular o fruta, en un
camión ruta centro-hospitales. La vimos caminar, sudar y vivir como cualquier
acapulqueño, no salió de una casa burguesa donde la influencia de sus padres la
hubieran llevado a portar esa corona. Esto último, marcó la diferencia. Sin
embargo, también la hemos seguido por razones sociales: porque esta ciudad
carece de esperanza, porque esta ciudad vive en la angustia, porque a esta
ciudad le hacen falta buenas noticias, porque a esta ciudad la representan pocos con dignidad y arrojo y decisión, porque Samantha le dio en la madre a
los estigmas y prejuicios que sobre Guerrero se tienen. Demostró que somos
competitivos, desde y en nuestras circunstancias, somos competitivos y
talentosos y comprometidos y disciplinados y unidos y constructivos.
Si usted no había escuchado
hablar de Samantha Leyva, ahora sabe un poco de ella pero… lo mejor está por
venir. Porque lo mejor siempre está por venir para la gente que trabaja, que se
esfuerza y que cree en sí misma y en los que le rodean. Usted también es
Samantha y él y ella y ellos y yo. Todos.