Siempre valdrá la pena apoyar el teatro. Sobre todo si se hace en serio y con la visión de beneficiar a la comunidad; y cuando digo comunidad, no me refiero a la comunidad teatral (que está demás decir que es beneficiada) sino a los ciudadanos que han sido relegados y excluidos del desarrollo cultural por los gobiernos que han considerado dicha actividad como un asunto ornamental y de poca relevancia.
Esfuerzos como
Vamos al teatro, emprendido por el Instituto Guerrerense de la Cultura y apoyado por el Centro Cultural Domingo Soler, demuestran la capacidad de respuesta que tienen las instituciones para colaborar en la reconstrucción del tejido social, cuando hay voluntad. Porque
Vamos al teatro no es la sucesión de ficciones para el divertimento de unos cuantos desocupados; es la inserción del arte en la zona de los barrios históricos de Acapulco - ahí, donde históricamente fueron haciendo guarida grupos delictivos-; es inyectar en niños, jóvenes y personas adultas la posibilidad de ver el mundo desde otro ángulo; es generar una opción de entretenimiento alejada de la propuesta frívola y enajenante que plantea la televisión mexicana; es apostarle a la posibilidad de estrecharnos la mano, de iniciar una conversación a la entrada o a la salida del teatro, de reirnos en grupo, de generar la crítica acerca de lo exhibido en la escena, de conocer otros lenguajes y comenzar a practicarlos.
Los teatristas de la localidad tienen el compromiso de conquistar a los asistentes, tal vez, tengan una sola oportunidad para hacerlo. Por eso, el compromiso no es menor. Hay personas que nunca han visto una obra teatral y, ahora, quizás lleguen al Domingo Soler para saber de qué se trata, pues a ellos hay que atraparlos, envenenarlos de teatro, hacer que regresen.
Desde el 20 de julio y hasta el 22 de diciembre la temporada será permanente y participarán seis grupos teatrales. La cita es a las 8 p.m. La entrada es libre y hay muchas butacas vacías en espera de público. Póngase guapo y
VAMOS AL TEATRO.