viernes, 3 de febrero de 2012

Recuperando la casa: Sala Luis Zapata

No es el concreto renovado lo que festejamos. Cortamos un listón como quien corta una planta para que retoñe pronto. La razón de reunirnos no es mirar una placa laminada. Estuvimos ahí porque hace más de diez años que nadie pisaba ese salón del Domingo Soler. Y nadie lo pisaba porque pasó de ser un aula a ser una bodega y, luego, un gallinero y, después, un montón de hoyos por los que pasaba a chorros el agua de la lluvia.


Entonces, cómo no asistr y entrar para ver como recuperamos una parte de nuestra casa. Porque si algo tiene el Soler es que todo el que entra ahí no se siente un extraño, todos reconocemos en él un espacio familiar. Siempre hay algo que hemos vivido ahí dentro, como espectador, visitante o artista. Los árboles en ese teatro siempre están dispuestos a abrazarnos.


Es motivo de festejo porque cuando recuperas algo que parece perdido uno considera que sucedió un milagro. Entonces, te reunes a platicar del suceso, a mirar el hecho para corroborarlo, a comentar qué hacer ahora. Y justo ahora lo que tendría que suceder es el arte.


Acapulco, Gro., 03 de febrero de 2012

(Próxima entrega: El día que leí a Luis Zapata)